lunes, 25 de abril de 2011

Rotting (Part II Angel, dancing away)


Interludio.
El cuerpo de la joven yacía sin vida en los brazos de Angelo. El chico nunca antes había sentido ese profundo dolor, le había cogido cierto cariño a la adolescente, a pesar de ser un demonio. Por su lado, Judie observaba a Victoria sin poder creerlo del todo, a ella también le caía bien la chica, incluso la había llegado a querer como a una hermana. Ninguno de los dos demonios se movió de su lugar, James y Gabriel iban a llegar de un momento a otro, y habían recibido órdenes de no irse del bosque.
El cielo se iluminó y cayeron de él dos cuerpos de luz. Poco tiempo después, cuando todo volvió a estar oscuro, los cuerpos se formaron del todo. Gabriel y James observaron a los dos demonios primero, después a los restos de los demonios y ángeles contrarios y acabando por posar sus miradas en el cuerpo muerto de Victoria. Pidieron explicaciones a Angelo y Judie. Éstos contaron lo ocurrido durante un largo rato y cuando acabaron Gabriel fue el primero en seguir hablando:
- Creí haber dicho que la muchacha era valiosa, que nos era útil viva –los dos demonios menores bajaron las miradas al suelo avergonzados -. Ahora bien, Victoria ha muerto… Y necesitamos a alguien que ocupe su lugar, al menos hasta que ella esté ausente…
- ¿Ausente? –preguntó Judie sin entender.
- Os lo explicaré más tarde. Ahora, lo más importante es buscarle un lugar de descanso y una sustituta. James –se volvió hacia el ángel -, confío en que encuentres una a la altura. Angelo, tú te encargarás de entrenar a la nueva, y en cuanto a ti, Judie, tengo planes importantes para que cumplas.
Dicho esto, Gabriel se fue del bosque como había venido.

Mientras tanto, en un lugar no muy lejos de ese claro, el demonio rubio observaba el paisaje esperando las nuevas noticias. Alguien llamó a la puerta de roble.
- Adelante –dijo Jack secamente.
- Mi señor…
Era uno de sus demonios, algo tosco, alto y grueso, tenía la mandíbula hacia fuera y no se había preocupado por haber usado una apariencia más atractiva, como hacían todos los de su especie. Jack observó a su ayudante con asco en su mirada.
- Habla –le dijo aparatando la vista de semejante monstruosidad.
- Mi señor… la chica está muerta.
Volvió a observar al feo demonio, pero esta vez no con asco, si no con furia. Había dado órdenes explícitas de que mantuvieran a la chica con vida, y la habían roto. Los culpables lo iban a pagar muy caro.
- ¿Qué ha pasado? –quiso saber.
- Al parecer, la chica mató a Amycus, y su compañero cegado por la ira arremetió contra Victoria, mi señor.
- ¿Dónde está, Phocus?
- Muerto, señor, el joven Angelo lo mató.
- Semejante idiota mi hermano, enamorarse de una enemiga… -comentó Jack en bajo para que el demonio no lo oyera.
- ¿Qué vamos a hacer, señor?
- Matar a esa otra, Judie… Quiero que mi hermano sufra… Luego acabaremos con ese mestizo de Billie Joe…

Chapter 17. Afterlife.
Estaba muerta, irremediablemente muerta. Pero todavía no lo había aceptado del todo. Pero todavía no lo había aceptado del todo. Simplemente no entendía cómo había podido morir tan joven… Sabía que debía aceptarlo a la larga, pero tenía toda la eternidad por delante, ¿no?
Ya no tenía alas, habían desaparecido por completo. Mi corazón había dejado de latir, ya no tenía hambre, casi ni sueño, pero seguía sintiendo emociones. Aquí arriba todo lo sentías, más vivo, una ironía claro, en el cielo lo único que hay son muertos. Cada día venía una persona nueva, de todas partes del mundo, cuando llegabas tenías que pasar por delante de Gabriel (el verdadero, no el ángel que era mi antiguo jefe), y él te mandaba donde debías estar. Lamentablemente era una suerte si te encontrabas con alguien conocido, lo digo por experiencia. En cuanto llegué y me destinaron a este lugar busqué a Matt, a mi madre y a Jane, pero no había encontrado a ninguno de ellos. Y mucho menos pensar en buscar o hablar con Dios, cualquiera lo encuentra en un lugar tan grande como este, así que no os creáis lo que dice la religión… Si estabas más cerca de Él en el cielo que en la Tierra nadie lo ha llegado a saber nunca…

No sabía cuánto tiempo llevaba así, sentada en mi cama, abrazándome las piernas y mirando un punto fijo en la blanca pared. Probablemente habían pasado meses, en un lugar como este es fácil perder la noción del tiempo. No tienes necesidad de comer, ni de ir al baño, casi tampoco de dormir. Ni siquiera había día ni noche. Pero tampoco te podías volver loco…
- Victoria, levanta –oí que decía una conocida voz a mi lado. No hice caso -. Venga, Vicky. Tengo una sorpresa preparada para ti.
- Billie… -llevaba unos cuantos días pensando solo en ese nombre.
- Ya te he dicho que solo tienes que dormir para poder verle…
Era verdad, me lo había dicho. Lo había guardado en algún rincón olvidado de mi mente.
- Vamos, me ha costado mucho encontrarlo…
- Que no quiero, Marie –conseguí decir a duras penas observando a mi amiga muerta.
- Vale… Le diré que no quieres saber nada de ÉL.
Él. Esa palabra cayó profundamente en mi interior. Cuando me refería a esa persona cuando hablaba con Marie siempre le había llamado él, y ahora mi amiga había vuelto a decirlo
- Vic.
Si hubiera tenido corazón ahora seguramente estaría a punto de salirse de mi pecho. Cuando observé sus ojos verdes devolviéndome la mirada creí que estaba alucinando, entonces recordé que estaba muerta y que no podía alucinar.
Salté de la cama y le abracé fuerte. En ese momento supe que era Matt de verdad, mi Matt.
- Os dejo solos –anunció Marie y se fue.
Con Matt nos sentamos en mi cama y me revolvió el pelo con cariño. Sonreí por el gesto y él hizo lo mismo.
- Nunca creí que volvería a estar tan pronto contigo de nuevo –le dije sin apartar mi mirada de sus ojos.
- Vic, ¿qué pasó? ¿Están los demás bien?
- No… ¿No lo sabes? –ahora sí que estaba alucinando a pesar de estar más muerta que Elvis -. Están vivos, menos yo…
- Te sonará a locura, pero he estado ocupado en mi nuevo trabajo.
- ¿A qué te dedicas?
- Trabajo junto a Jane en archivos. Somos por así decir los que os colocamos cuando llegáis, tanto cuando lo hacéis aquí como cuando nacemos en la Tierra.
- ¿Me llevarás a conocer a Jane? –pregunté, tenía muchas ganas de conocerla.
- Pues si todo va bien mañana te trasladan allí –y sonrió.
Lo abracé con fuerza. Matt se separó de mí y cuando nuestros rostros estuvieron demasiado cerca, no pudo evitarlo, y me besó con energía. No era como en la Tierra, aquí todo tenía una especie de electricidad que te recorría por dentro, no era igual que sentir, pero se asemejaba un poco. Matt seguía besándome, pero esta vez con lentitud, como queriendo alargarlo hasta siempre, y el caso es que podía hacerlo. Si estuviéramos en Iowa seguro que nos hubiera caído una gran multa.

Sus manos recorrían mi cuerpo con ansiedad, buscando apretarlo más al suyo, y sus labios seguían acariciándome. Teníamos toda la eternidad, pero tenía que ser ahora, no podíamos esperar más. Nos recostamos en la cama sin dejar de besarnos, definitivamente ahora estaríamos en la cárcel (sigo con lo de Iowa), no necesitábamos parar a tomar aire, porque no teníamos pulmones. Matt continuó estrechando cada vez más el espacio que nos separaba. Fui yo quien dio el siguiente paso, llevé mis manos a su chaqueta blanca y se la quité con rapidez, luego seguí con sus vaqueros. Él reaccionó y quiso quitarme mi camiseta, le ayudé levantando los brazos. Cuando los bajé rodeé su cuello con ellos acercándole a mí y volviendo a besarle. Se separó un poco y me besó el cuello, siguió bajando por mi estómago. Acariciándome las piernas me quitó la ropa interior. Acercó su rostro al mío y volvió a besarme en los labios a la vez que ejercía presión. Una y otra vez, sin parar.
Era distinto, como todo, en el cielo. Sí, el placer seguía ahí, recorriendo tu cuerpo, pequeñas y placenteras descargas eléctricas. Pero no sentías la necesidad de acabar por cansancio, podías seguir todo lo que quisieras, la verdad, yo no conocía el límite, todo tiene que acabar, o no. ¿Iba a acabar mi vida después de la vida en la Tierra como iba a acabar lo que Matt y yo estábamos haciendo?
En ese momento la duda no se me pasó por la cabeza, y la verdad es que estaba muy ocupada. Matt seguía, yo estaba segura de que pensaba seguir mucho tiempo más, que quería “aprovechar el tiempo perdido”, o algo así oía en mi cabeza. Seguíamos siendo uno, seguíamos compenetrados, él ejercía presión y yo le pedía que no dejara de hacerlo, que lo necesitaba y mucho. Y creo que iba para largo rato hasta que fui yo la que tuvo problemas, más de una vez tuve que concentrarme por no cambiarle el nombre. Por no llamarle Billie. Los ojos verdes de Matt fueron los que me confundieron, eran tan parecidos a los de Bill. Sus labios se habían transformado en mi cabeza en los de Billie. Sus manos en las de él. El cuerpo de Matt en el de él… Así con todo.
No podíamos seguir más. Yo al menos no. Cuando ya creí que era de verdad Billie el que me estaba haciendo sentir todo esto, besé a Matt indicándole que ya valía. El ángel siguió un poco más y cayó al otro lado de mi cama. Me tapé con las sábanas y abracé a Matt. Cerré los ojos intentando borrar la imagen de Billie de mi mente.
Lo conseguí, pero estaba segura de que iba a soñar con él ese día…

Chapter 18. Can you hear me?
”Hey, ¿puedes oírme?
Estoy llamándote. ¿Hola? ¿O este es el adiós? El destello de tus ojos le da problemas a mi cerebro. ¿Te veré de nuevo? Así puedo descansar mi cabeza. Ángel Bailando a lo lejos mientras todos mis pensamientos se van. Ángel desapareciendo Justo cuando las cosas parecen haber cambiado… Así puedo descansar…

Se dio la vuelta en la cama, Adrienne dejó de abrazarle. Su novia llevaba un tiempo notándolo muy extraño, su extrañeza había aumentado al escuchar la canción “Rest” escrita por él. Billie, en cambio, no había ni siquiera intentado explicarse. La chica estaba segura de que todo estaba relacionado con Victoria y por eso no quiso preguntar ni meterle prisa que aclarase sus pensamientos. Por su parte Billie Joe lo intentaba, pero no entendía qué era lo que le pasaba. Todo su mundo había vuelto a cambiar después de la muerte de Victoria, había conseguido olvidar a Jane pero ahora tenía otro problema en la cabeza.
El sonido de las agujas del reloj le amartillaban la cabeza, pero venció el impulso de tirarlo de su gancho en la pared. Intentaba dormirse, mas no lo conseguía, había probado a contar ovejas pero se habían acabado. Y pensar todo el rato en Victoria tampoco ayudaba.
Volvió a darse la vuelta y abrazó a Adrienne de nuevo cerrando los ojos. Esta vez sí consiguió quedarse dormido:
Abrió los ojos poco a poco, ¿tan rápido había conseguido dormirse por la noche? Pero la luz que había a su alrededor era mucho más resplandeciente, tanto que hasta ofendía. Con los ojos medio cerrados intentó enfocar, pero la luz se lo impidió enseguida. Maldijo en voz alta, algo se puso delante de él tapándole algo de luz. Una femenina y muy conocida voz le dijo al oído en un suave susurro:
- Uno acaba acostumbrándose…
Creyó haberse vuelto completamente loco. Era imposible que ella estuviera a su lado. Esos ojos no podían estar observándole. Estaba seguro que si intentaba cogerla la traspasaría como a humo, pero era tan real… Victoria le sonrió como si le hubiera leído el pensamiento. A continuación, estiró sus brazos y posó sus manos en las de Billie. Una corriente eléctrica pasó de los dedos de Victoria a los suyos. Ahora el que sonreía era él. No podía creerse que la estuviera viendo de nuevo. Pero algo había cambiado en ella, más allá de esas alas que le daban un aspecto de ser de otro mundo, el brillo de sus ojos había dejado de brillar, ahora era como una chica normal. Victoria volvió a sonreír, pero esta vez sin alegría.
- Así que sigues vivo, ¿eh? –comentó la chica jugando con uno de los mechones rizados de Billie.
- Más o menos.
- Y mucho –añadió sin hacer caso de su comentario y observándolo de arriba abajo -. ¿Es guapa?
- Es una de las mujeres más hermosas del mundo –reconoció, y entonces se dio cuenta de que tanto Victoria como él estaban en ropa interior -. ¿Y tú con Matt qué tal?
- Igual que tú con ella. ¿Audrey?
- Addie.
Ambos notaban la conexión de sus mentes. Ambos se dieron cuenta de que se echaban de menos mutuamente, incluso algo más, llegó a percibir Billie.
- ¿Sigues viendo a los demás? –preguntó Victoria deseosa de conocer cosas nuevas de sus amigos vivos.
- A Angelo sí, entrena con Addie como hacía contigo. Ella me cuenta que siempre te pone como ejemplo.
- ¿Y Judie?
- La volvieron a trasladar, Jack la persigue, quiere acabar con ella. ¿A que no sabías que Angelo y Jack eran hermanos?
- No… no lo sabía… ¿Han descubierto cosas nuevas? –no quería abordar ese tema, y lo comprendía, por eso sonrió.
- Resulta que mi padre era un demonio y mi madre un ángel… Soy el primer humano que nace de esa unión, aparte de los neandertales. Jack y los suyos creen que fue un error que yo haya nacido por eso quieren matarme… Faltan piezas… pero solo saben hasta ahí. Smoothed… -añadió después de unos segundos en silencio.

-¿Qué?
-¿Es esto real o es solo un sueño?
-Está ocurriendo de verdad –dijo ella -. Pero es un sueño compartido… No sé si me entiendes.
-Apenas. ¿Has visto a Jane?
Victoria sonrió ante la pregunta, la estaba esperando desde hacía un tiempo.
-No. Esto es enorme… pero Matt me va a llevar a conocerla.
-No le hables de mí… Por favor… Vic, Addie y yo nos vamos a casar –le comunicó el chico esperando que ella se enfadara.
-Eso es genial, Billie. Ojalá pudiera ir.
-He pensado… que como puedes venir en los sueños quizá también puedas venir a la boda.
-No lo sé… Pero puedo intentarlo. ¿Cuándo es?
-El 2 de julio, dentro de una semana.
-Billie… -empezó a decir Victoria -. He de irme.
-¿Cuándo volveré a verte?
-Ya te lo haré saber –dijo.
-Pronto, por favor…
Poco a poco Victoria fue desapareciendo en una brillante nube. Cuando se fue del todo Billie Joe oyó su voz a lo lejos que le decía:
-Te quiero, Billie.
***

Abrió los ojos de repente. Volvía a estar en su cuarto con Adrienne a su lado, tumbado en su cama. No había rastro de Victoria pero en su cerebro se repetía su conversación. La echaba mucho de menos, y siempre le iba a echar en falta, pero la vida seguía, y le había dado otra oportunidad con Addie. Se iban a casar, era mejor que se olvidara del amor que sentía hacia Victoria… Había muerto, y no iba a volver, solo la iba a poder ver en sueños.

Addie se movió a su lado, él la abrazó por la espalda y se apretó más a ella. Volvió a quedarse dormido, pero esta vez no soñó con Victoria, ella no estaba ya para velar su sueño.

Chapter 19. Jane.

No quería despedirse tan pronto de Billie Joe pero había oído una voz decirme que se acababa el tiempo. No sabía si él había podido oír mi último pensamiento, y en el fondo de mi corazón quería que no lo hubiera, no quería que dejase lo que tenía con Addie por culpa de mis pensamientos.
Cuando desperté, o más bien cuando abrí los ojos me di cuenta de que Matt ya no estaba a mi lado, sin embargo yo sabía dónde estaba, había ido a preparar todo para mi cambio de sección.
Salí de mi cama y a continuación de la casa. Un montón de gente muerta me rodeó enseguida. Todos iban vestidos de blanco y casi se confundían con las nubes también blancas. La única que destacaba era yo, que iba vestida con ropa completamente negra.
Continué mi camino hacia el apartamento donde vivía Marie con otras personas. Tardé poco en llegar, aunque hubiera tardado mucho no lo podía notar, porque no me cansaba nada.
No necesité llaves para entrar, bastó con pedir mentalmente que se abriera y la puerta lo hacía. Encontré a mi amiga mirando la televisión, salía ella de pequeña con su abuelo. Me acerqué a ella y poco después Marie se dio cuenta de mi presencia y apagó el aparato.
- Lo han encontrado muerto esta mañana en su cama –fue lo único que me dijo.
- Lo siento.
- No importa, le pediré a Matt que me diga dónde está y le haré una visita –comentó sonriendo.
“Ojalá pudiera yo encontrar a mi madre”, pensé acordándome de que ella también estaba muerta.
- Marie, me voy a ir.
- ¿Dónde? –preguntó con poco interés, sabía que le iba a molestar mi respuesta, pero era lo que yo quería.
- Con Matt a su apartamento
Me observó en silencio, si pudiera llorar estaba segura de que ahora Marie lo estaría haciendo. Entonces se me ocurrió que podía acompañarme y así podía buscar a su abuelo ella misma.
- Vente –le dije sonriendo.
- No puedo… ¿Qué hago con John?
- Procuraré de venir a verte de vez en cuando –le prometí.
- Y pondremos nerviosos a los nuevos –ahora fue ella la que sonrió.
- Antes de irme, tengo que hablar contigo.
La conversación con Billie Joe por la noche me había causado ciertas dudas. ¿Podría ir a ver la boda de Billie y Addie? ¿Podría hablar con Judie cómo lo había hecho con Billie? ¿Podría ver cómo había sido mi entierro? Y solo había una persona que podía responderlas, aparte de Dios, claro; y esa persona era Marie.
Mi amiga estuvo encantada de respondérmelas con exactitud y sin ocultar nada. Le escuché interesada por lo que tenía que contarme:
- A lo de tu funeral la respuesta es sí –comenzó -, podrás verlo si alguien que haya estado presente te presta sus recuerdos; la respuesta a la pregunta de Judie también es que sí, si sabes dónde está, claro; y a lo de la boda… Necesitarás un cuerpo al que poseer durante la ceremonia…
- Gracias, Marie. Has sido de gran ayuda.
Nos despedimos quedando en vernos en tres días.
Mientras caminaba hacia mi casa fui pensando en lo que me había dicho mi amiga. Había llegado a una conclusión, todas las soluciones tenían un denominador común, Judie. Era ella a quien iba a visitar esa noche, era ella una de los que habían estado en mi entierro y de nuevo ella iba a ir a la boda de Billie… Era ella todo el tiempo, por eso la había conocido, ella era la solución a todos mis problemas y lo acababa de ver… Era ella la solución y no había otra…
Cuando llegué a casa vi que Matt había vuelto de sus recados, ahora veía la televisión de la Tierra. Cuando me oyó llegar se acercó a mí y me besó suavemente. Me cogió de la mano y me preguntó si estaba lista. Simplemente asentí.

A la que abrí los ojos me di cuenta de que estábamos en el apartamento de Matt, era blanco, como el mío, pero estaba organizado de otra forma. Dónde yo tenía la habitación él tenía el salón, la “cocina” mía era su habitación, y mi salón su “cocina”. Lo único que seguía en su sitio era el baño.
- ¿Preparada para probar mi colchón? –preguntó cogiéndome en brazos y echándome a la cama.
- ¿Y Jane? –quise saber.
- Hoy no trabaja, mañana la veremos.
- De acuerdo.

Me volvió a besar y yo me dejé llevar sin poner resistencia alguna.
Y cómo prometió, al día siguiente me llevó a conocer a Jane. No era como había pensado al leer su diario. Era todo lo contrario a lo que era yo, y todo lo contrario a como solían vestir los ángeles. Seguía con la ropa con la que había muerto, estaba segura. La chica era de mi altura, sus ojos verdes resaltaban en su cara pequeña, llevaba el pelo negro liso con flequillo a un lado. Su vestimenta consistía en una camiseta negra que dejaba al descubierto sus hombros (era del grupo MisFits), un collar de perro con una cruz negra, una falda de rayas negras y rojas con un cinturón cruzado, unas medias rotas de rejilla y unas botas negras altas.
Me observó de arriba abajo sin ninguna expresión, le aguanté la mirada con decisión.
-No pareces muy dura –comentó sin energía.
-Pues lo soy.
-Pareces una niña de papá.
“¿Pero quién se había creído para hablarme así? ¿Se pensaba mejor solo por haber sido la primera?”, pensé.
-Seguro que lo eres tú y por eso te vestías de esa forma –contraataqué, y para mi sorpresa Jane parecía picada -. ¿Me vas a decir lo que quiero saber, o me puedo ir por donde he venido?

-¿Exactamente por qué quiere Jack matar a Billie Joe? No lo sé. Pero sí sé por qué no te mató a ti cuando tuvo oportunidad. Conmigo no fue así, solo quería que muriera por haberme tirado al chico, y por haberle ayudado. En cambio a ti te quería con vida. Pero aunque él cree otra cosa, es porque en el fondo está enamorado de ti –quiso añadir algo más pero no lo hizo-. Victoria, ahora Jack quiere matar a Judie, la chica está en Berlín, pero va a volver para la boda de él con Adrienne. Ese día está escrito como el día de su muerte, y ahí entras tú. Judie morirá, pero contigo dentro de ella, tú no podrás morir, porque ya estás muerta, pero en cuanto Judie venga al cielo resucitaréis. Tu vida no ha acabado, solo ha hecho más que comenzar. Solo te queda una semana aquí. Busca a tu madre, planea todo con Judie, haz lo que quieras, pero el dos de Julio volverás a la vida. Solo tienes una oportunidad más, aprovéchala como es debido. Por favor…

Chapter 20. Berlín.
Lo que Jane me había contado no tenía sentido. ¿Cómo iba a resucitar en el cuerpo de Judie a la vez que ella también lo hacía? ¿Cómo ibamos a compartir un mismo cuerpo? Era verdad que en la Tierra había aprendido a creer en que todo era posible, pero esto no conseguía entenderlo del todo y eso me asustaba.
Tenía que enfrentarme a lo desconocido, pero esto era demasiado incluso para alguien como yo.

El resto del día lo pasé hablando con Matt, necesitaba distraerme con cualquier cosa para no ponerme a pensar en la conversación con Jane. Lo conseguí a duras penas. El ángel me presentó a sus compañeras, eran cinco. Nuria, una de ellas, era española, de ojos verdes y pelo negro rizado, había muerto con veinte años de un accidente de coche. Katrina, venía de Australia, era negra, de unos cincuenta años, el demonio con el que se había casado la había matado en combate. Dana, era la más joven, solo quince años, su hermano mayor la ahogó en la piscina, era de Oakland y llevaba mucho tiempo en esa parte del cielo. Rachel, era de San Diego, tenía mi edad cuando murió de neumonía, piel blanca, ojos grises y de bastante altura. Y por último Heidi, era de Berlín, nueva en el cielo, y algo tímida, no me quiso decir de qué había muerto. Luego Matt me contó que se había suicidado. Fue ella la que me explicó los lugares que más frecuentaban los demonios en la ciudad.
Cuando Matt terminó el turno nos fuimos a su casa, era la hora, tenía que visitar a Judie en Berlín para contruir un buen plan.

***

Había estado todo el día dando vueltas por la ciudad. Gabriel le había mandado a Berlín porque era el último lugar en el que habían localizado a Astaroth. No entendía por qué tenía que ser ella la que buscara al jefe de sus jefes. No lo había encontrado, pero en cambio había conseguido localizar a alguien que podía llevarla hasta él, aunque hasta las ocho de la tarde no se podían encontrar.
Ahora eran las siete y media, dio una vuelta por Sony Center, había matado a un ángel por mera diversión y cuando quedaban unos pocos minutos llegó a la Columna de la Victoria. El demonio llegó tarde, Nebiros la observó sonriendo y sin decir nada la llevó hasta Astaroth.
Se encontraban en una gran casa situada a las afueras de la ciudad, se podía observar todo Berlín desde ella. Entraron en una gran sala decorada por una veintena de lámparas. En el centro de la estancia se encontraba su jefe sentado en un gran sillón rojo.
Judie se acercó a él, hizo una reverencia y se presentó algo atemorizada, en cambio Astaroth sonrió grande, y observó a la recién llegada como a una igual. La muchacha se relajó un poco.
- Vienes a preguntar por la joven Victoria, ¿no es así?
- Sí, señor.
- Siéntate –la invitó señalando al sillón más cercano a él, y Judie hizo lo propio-. Una pena su muerte, de verdad… Pero no te preocupes, Dios tiene otro plan para ella, un plan, que si no me equivoco, necesitará de tu ayuda.
- No lo entiendo, señor. ¿Cómo se supone que vamos a compartir mi cuerpo?
- Victoria tendrá el control de tu cuerpo, tú no podrás usarlo al no ser que la muchacha te deje, seguirás con vida, y la ayudarás con tu experiencia a llevar el camino correcto. Está escrito que así sea.
- ¿Cómo que está escrito? –cada vez entendía menos.
- Para salvar al joven mestizo se necesitarán fuerzas que nunca antes fueron usadas. La muchacha medio ángel medio demonio será la única que pueda salvarlo –recitó Astaroth-. Creí que todos lo conocíamos.
- Yo solo conozco lo de: Ambas deberán morir, por separado, para luego poder volver como solo una.
- La segunda parte, sí. Ahora, si me disculpas tengo otras cosas que hacer, puedes usar la habitación de la azotea, hay alguien que quiere verte.

***

Me había costado encontrarla, había dado por lo menos veinte vueltas por la ciudad y si no llega a ser porque Astaroth me había encontrado primero hubiera tenido que volver otro día. Ésta vez me había aparecido en forma en fantasma, como los demonios no duermen no podía aparecerme en los sueños de Judie.
Ya llevaba un tiempo merodeando por la mansión esperando a que acabara de explicarle lo mismo que a mí. Seguía sin tenerlo del todo claro, pero si iba a ocurrir de todas formas era mejor esperar.
Judie ya había llegado a su habitación, traspasé la pared y saludé a mi amiga, pegó un pequeño salto, luego enfoco su vista hacia mí y puso ojos de sorpresa.
-No estoy acostumbrada a que los fantasmas me hablen –comentó.
-Los he visto –contesté sombría-. No sabía que existían de verdad.
Mi amiga se rió con ganas.
-No son los de la televisión. Estos fantasmas existen aunque ellos crean que siguen vivos…
-¡Qué mal! –exclamé y noté que mi hectoplasma se contraía-. Menos mal que conseguí llegar al cielo…
-¿A qué has venido?
Me relajé al ver que quería cambiar de tema.
-Quiero ir a la boda de Billie Joe.
-¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
-Es el día en el que mueres, por eso debemos ir las dos a la boda –le expliqué.
-De acuerdo… ¿Algo más? –me había leído el pensamiento.
-Mi funeral.
-¿Cómo?

Suspiré y le expliqué que quería verlo con mis propios ojos. No pude ir porque estaba ocupada odiando el día de mi muerte y que ahora me arrepentía de no haberlo hecho.
Mi amiga dudó un poco, y yo la observé interesada por su reacción. Algo iba mal pero no sabía qué era lo que me había perdido. Pensé que tal vez había escuchado alguna voz o algo que yo no lo había pillado, o tal vez le había prohibido enseñarme el lugar donde mi cuerpo descansaba… o a saber qué cosa.
Judie se mordió el labio inferior, se sentó en la cama y resopló fuerte. La noté más extraña que antes.
-¿Qué pasa? –pregunté cansada de esperar respuesta.
-No hubo funeral, ni entierro.
En ese momento no sentí rabia (no podía), pero si hubiera podido la hubiera sentido. Sin embargo sí que podía mostrarme enfadada. Comencé a gritar y a maldecir a James por no haberme dado lugar de descanso ni despedida, tan siquiera. En ese momento me sentí olvidada, de algún modo.
Judie no me paró y dejó que me descargara del todo. Y cuando ya me había quedado bien observé a mi amiga. Ella me devolvió la mirada, ahora como hacía siempre.
-Creían que era mejor así, nadie a parte de nosotros sabe que has muerto, ni siquiera tu padre –comentó.
-Pero voy a volver con tu cuerpo… Nadie se va a enterar de que he vuelto –le dije-. A parte de nosotros, claro.
-No lo había visto de ese modo. Bueno, no hubo funeral ni entierro pero vas a resucitar, acepta de una vez el fin de tu primera vida.

-De acuerdo, lo acepto –dije cruzándome de brazos -. Entonces, ¿el 2 a las ocho de la mañana te viene bien?
-Perfecto…
-Hasta entonces.
Una fuerza misteriosa, como la del sueño con Billie Joe hizo que desapareciera de esa habitación de la mansión de Astaroth. Me estaba despertando del sueño.

Chapter 21. June.

Quedaba poco para que llegara el día de la boda, y pasaba el tiempo libre en el cielo acompañando a Matt al archivo donde conversaba con sus compañeras. Nos habíamos hecho amigas, no tanto como con Marie, puesto que había pasado casi cinco años en su compañía, y con ellas a penas hablábamos por media semana, lo que me quedaba de mi vida en el otro lado.
La mañana antes de la de la boda, el primer día del mes de junio, no estaba nerviosa, me había concienciado en que solo iba por trabajo y que no podía hacer ninguna gilipollez, Marie me dio una sorpresa. Mi amiga vino a visitarme porque había oído algo sobre mi inminente marcha de vuelta a Oakland. Pero no vino sola, la acompañaba una mujer de mi altura, con el pelo rizado como el mío, ojos grises y una forma de andar parecida a la que yo tenía. Mis ojos se abrieron por la sorpresa de verla de nuevo. Salí corriendo y la abracé con fuerza, mi madre me devolvió el abrazo con inmenso cariño. Cuando nos separamos, nuestros ojos se encontraron. Mi madre sonrió como solía hacer siempre, hasta que sus ojos se reducían a dos brillantes rendijas. Era a la primera persona que veía aquí a la que le brillaban los ojos de esa forma, aún estando muerta y eso no ser posible. A parte de eso, estaba tal y como la recordaba.
- Te echaba de menos –fue todo lo que pude decirle a causa de la emoción de verla de nuevo.
- Yo también, cariño – a continuación observó a Matt -. Gracias por ayudar a mi hija cuando yo no estaba.
- No hay de qué, Martha –y le sonrió.
Observé primero a mi madre y luego a Matt más sorprendida que cuando había visto a ella con Marie. No sabía que mi madre conocía al ángel, y mucho menos que le había pedido que cuidara de mí. Quería respuestas y las pedí. Mi madre me contó su historia.
- Conocí a Matt cuando tenía tu edad, mis diecisiete años de ángel… El caso es que Matt me presentó a tu padre y a Astaroth, tu padre era doscientos años mayor que yo, por supuesto tu jefe era mucho mayor, pero me trataba muy bien. Solía esperarme en la salida del Instituto. Dábamos vueltas por la ciudad y me contaba de su trabajo, y también de Billie, decía –ahora sonrió-, decía que iba a ser una gran esperanza para la humanidad, para los ángeles e incluso para los demonios… Tu padre, sin embargo, era un prepotente, y un imbécil conmigo, pero cuando Astaroth se fue a Berlín se volvió un caballero. Dos semanas después estaba embarazada, de ti… Sabía que no ibas a ser como las demás niñas de tu edad, y no me faltaba razón. Cuando las del jardín de infancia me contaron lo que habías hecho me emocioné… Mi niña, mi ángel, tenía un don… Pasaron los años y cuando Astaroth me dijo que Jane había muerto y que necesitaban a alguien con su mismo poder le hablé de ti, de lo que podías hacer… Antes de que pudiera explicártelo todo un demonio que estaba en contra de Astaroth me venció en combate.
- ¿Y por qué papá no me lo contó? –pregunté sin entender.
- Cuando morí se volvió loco…
- No lo sabía.
- Me alegra ver que te has convertido en lo que yo no pude ser, mi vida no estaba hecha para pasarla luchando. Pero tú, tú has heredado el poder de Nergal…
- Pero Nergal es un demonio.
No tenía sentido, cómo iba a tener de pariente de un demonio siendo yo todo lo contrario. Per sin embargo…
- … Su espada me eligió –dije en alto.
- Muy de vez en cuando, y raras veces, de la unión de un demonio y un ángel, se crea un bebé, el cual puede ser ángel o demonio. Nergal es uno de esos bebés, debería haber sido humano, pero ese papel le tocó a Billie Joe…
Oí un clic en mi cabeza. El clic que hicieron las piezas del puzle al juntarse, todo encajaba ahora, que la espada de Nergal fuera ahora mía, que fuera yo, una de las descendientes de uno de los demonios sirvientes de Astaroth, la chica de la hablaba la profecía; antes creía que era medio ángel medio demonio al tener que usar el cuerpo de Judie, pero ahora estaba segura que era por ser descendiente de Nergal.

El resto del día lo pasé en compañía de mi madre, ambas nos contamos cosas y nos pusimos al día. Me contó que había conocido a su verdadero padre, y yo le hablé de Billie Joe.
Cuando me despedí de mi madre noté como si algo se hubiera vuelto a ir, como si se hiciera un gran hueco dentro de mí, como si faltara algo, pero me prometió que me iba a visitar de vez en cuando y cuando pudiera.
Después de esa despedida tuve otras tres, la de las compañeras de Matt que me dieron ánimos y mucha suerte; la de Marie que fue emotiva pero sin llorar, le di las gracias por esos cuatro años en su compañía, por haber encontrado a Matt y a mi madre, nos abrazamos largo rato y ninguna de las dos se quería separar de la otra; y la última despedida fue con el ángel, iba a ser nuestra última noche juntos y la teníamos que aprovechar. Así que como era de esperar acabamos en la cama.

***

Era la noche antes de su gran día, yo no tenía nada planeado, pero Billie no paraba de tirar de mí en sueños, así que decidí hacerle una visita. El chico me recibió con un gran abrazo. Tardé un poco en asimilarlo, y cuando lo hice le devolví el abrazo algo torpe. Se separó de mí y noté tristeza en su mirada.
-¿Qué mosca te ha picado? –fue lo primero que le pregunté.
-Nada… Me alegro de verte. Traes noticias, ¿no?
-Voy a ir a tu boda, en el cuerpo de Judie… -no le dije nada más.
-Eso es genial. La boda será mejor si tú estás en ella.
-Prométeme una cosa.
-Dime.
-Prométemela antes –le dije.
-Lo prometo, sea lo que sea, aunque me pidas que me tire en paracaídas.
“Ahora se pone a bromear”.
-Después de la boda me olvidarás y harás muy feliz a Adrienne.
Sabía que a la larga me iba a doler más a mí que a él, pero no podía dejar que él sufriera más de lo que ya había sufrido.
Me despedí de mi amigo y me preparé para lo que iba a tener que hacer a continuación.

Cuando llegué a la habitación de Judie me encontré con que no estaba sola. La respaldaban Astaroth, que seguía igual que hacía unos días; Gabriel, a quien recordaba más bajo y con menos canas; James cuyo pelo ahora dejaba ver dos entradas en su frente; y Angelo, que se había cortado un poco la melena. Todos me observaban en silencio. James fue el primero en sonreír… Hicieron algunas bromas sobre mi transparencia y mi aspecto algo más “gris”. Astaroth los interrumpió acercándose a mí y observándome a los ojos. ¿Veía en mí a mi madre? ¿O solo me observaba así por compasión?
-Es la hora. ¿Estáis preparadas? –dijo observándonos a Judie y a mí.
-Sí, señor –dijo y yo asentí despacio.
-Juntaros.
Lo siguiente que dijo no lo entendí, era lengua demoníaca, pero sonaba a maldición hindú. A medida que Astaroth iba diciendo el hechizo notaba que me volvía menos transparente, más sólida y para cuando quise darme cuenta estaba dentro del cuerpo de Judie lista para la gran boda, y día de mi resurrección. Nuestra, dijo Judie en mi cabeza, o en la suya… Bienvenida de nuevo.

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